Es increíble cuánto te puede cambiar la vida en menos de un año.
Si hace doce meses a Miguel y a mí nos hubieran asegurado que hoy íbamos a estar tan bien como estamos, habríamos asegurado que eso era totalmente imposible.
Pero no: ahora podemos afirmar que casi todos nuestros sueños se han hecho realidad.
Miguel y yo nos conocimos con quince años, nos enamoramos y a los dieciocho decidimos casarnos, a pesar que nuestras familias y amigos pensaban que no era buena idea.
A los pocos meses de la boda, yo empecé a estudiar enfermería, y entre el sueldo de Miguel en su empleo como camionero y el dinero que yo sacaba con trabajos temporales en bares de copas, fuimos saliendo para delante a duras penas.
Pero nada más terminar mi carrera y obtener mi título profesional de enfermería, Miguel se quedó sin trabajo, porque su empresa en España no pudo superar la fuerte crisis financiera. Y por mucho que yo me esforcé por encontrar un puesto en mi sector, no tuve suerte.
Sin apenas ingresos, sin trabajo y muy desanimados, llegó un momento en que no vimos la forma de salir adelante, hasta que por fortuna, mi amiga Alicia me habló de una empresa que tenía en internet una sección denominada enfermeras Alemania, en la que se interesaban por profesionales de mi sector que estuvieran interesados en trabajar allí.
Envié mi curriculum y en muy poco tiempo fui seleccionada, ya que tengo la suerte de hablar alemán desde pequeña, porque mi madre (madrileña) se casó con un alemán, y mi padre se empeñó siempre en que conociera perfectamente su idioma. Y lo consiguió.
Y por si fuera poco, uno de mis grandes sueños fue siempre conocer Alemania y vivir allí.
Tres meses después de dejar mi curriculum en la empresa citada, me viví viviendo en Berlín con Miguel. Para ambos fue una gran aventura.
Y si bien nuestra preocupación inicial era que cómo íbamos a poder organizarnos los dos solamente con mi sueldo, el caso es que este temor se esfumó en un par de semanas.
La misma empresa que me seleccionó, también tenía una sección de trabajo para camioneros y Miguel no tuvo mucha dificultad para conseguir un empleo. Él desconocía el idioma Alemán, eso sí, pero la empresa corrió con los gastos de un curso de alemán y otro de inglés, que le resultaron muy útiles.
Y la verdad es que no podemos estar mejor de lo que estamos ahora: tenemos una preciosa casa en Berlín, que es una ciudad fascinante, en mi opinión, estamos conociendo otra cultura, tenemos buenos sueldos y yo encima trabajo a menos de diez kilómetros de mi hogar.
Miguel se mueve a diario entre Alemania, Suiza y Austria, pero nunca hace transportes de largo recorrido, por lo que es muy raro que no duerma todos los días en casa.
Nuestra situación ha mejorado notablemente en comparación con España. Y Alemania nos gusta muchísimo a los dos.
Y por si fuera poco, los dos estamos haciendo el trabajo que nos gusta.
¿Qué más se puede pedir?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.