Tras finalizar mis estudios universitarios, trabajé durante doce años en un despacho de abogados de la Costa del Sol, donde se puede decir que hice casi de todo.
Si bien no fui jurista por vocación, nunca imaginé la cantidad de vueltas que daría mi vida laboral, porque he hecho cosas tan distintas como ser camarero, asesor jurídico, profesor de baile o responsable del departamento de recursos humanos de una importante editorial…
La verdad es que a veces me cuesta seguir el hilo y recordar cómo terminé desempeñando funciones laborales en puestos con los que no sospechaba que yo podría tener ninguna relación.
Lo que saqué en claro de mis experiencias profesionales, es que me interesaban muchísimo las personas, y en especial, los trabajadores de las empresas. Siempre he tratado estrechamente con ellos y me sorprendían enormemente los innumerables problemas y asuntos que surgían en ese mundo. Y casi desde el primer momento, vi algo con total claridad: el éxito o el fracaso de una empresa, depende en gran medida del nivel de bienestar, felicidad o satisfacción de las personas que trabajan en ella día a día, haciendo posible que la maquinaria empresarial funcione y dé los resultados deseados.
Si el equipo humano falla, ya puedes ser la primera multinacional de tu sector y la mejor compañía del mundo, que antes o después te verás inmerso en el más estrepitoso de los fracasos.
Cuando hace un par de años se me despertó el interés por el mundo de las editoriales (a mí desde pequeño me encantaba escribir, y uno de mis grandes sueños, era ver publicada una novela mía), decidí investigar cómo estaba el tema de encontrar trabajo en Signo Editores.
Me gustó lo que vi, de modo que les presenté mi curriculum y formé parte de uno de sus procesos de selección de personal.
Lo nuestro se puede decir que fue un flechazo laboral: amor a primera vista. Su forma de ver las cosas y la mía coincidían en un 99,9%. Es como si nos conociéramos de toda la vida. Quedé fascinado con su forma de tratar la cuestión de los recursos humanos en la empresa. Y entonces supe que quería ser el responsable de ese departamento en mi ciudad.
De todos los negocios donde he trabajado, ninguno como Signo Editores para darle a las personas la importancia y el cuidado que se merecen.
Por fin unos empresarios totalmente convencidos de que el trabajador es el más valioso recurso dentro de una organización. Por fin alguien que me entendía y compartía mis teorías, y que incluso las mejoraba.
Lo que más me gusta de mi trabajo ahora, es que tengo que estar siempre generando ideas para estimular a mis compañeros y lograr que cada día sean más felices con lo que hacen dentro en la empresa. Una vez que eres capaz de conseguir eso, lo demás viene rodado.
Hay incluso compañeros que me agradecen de forma especial lo que hago, pues no sólo han mejorado su productividad, sino que además ahora son personas mucho más felices y realizadas también en su vida personal y familiar.
Sin duda, cuando te sientes bien, esa sensación de bienestar funciona como las ondas que una pequeña piedra forma en la superficie del agua: la alegría y la satisfacción se extienden por todos los aspectos de tu existencia de forma progresiva pero imparable.
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